Muchas veces las misiones de las empresas suenan bien, pero están desconectadas de la realidad.
Por ejemplo, el otro día fui a un restaurante donde en la entrada estaba enmarcada con letras grandes su misión:
“Nuestra misión es seducir a nuestros clientes en cada plato, basándose en ingredientes de primera y procesos con estricta higiene, con una excelente atención a las solicitudes de nuestros clientes”
Pero al entrar el restaurante se veía muy sucio, estaba congelado y me atendió una mujer despeinada, con el delantal manchado y poco amable.
Esto hace que el consumidor se sienta desconcertado y desilusionado. Nuestra misión tiene que estar en el horizonte todos los días y ser lo más aterrizada posible.